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, avanzar en el que se negocia con Corea del Sur –motivo de una reciente disputa con la Argentina, que reclamó garantías para su industria bajo la amenaza de retirarse de esas tratativas– y, de acuerdo con lo dicho por el oriental, hacer lo propio con Estados Unidos y China
Cada uno de esos temas merece una puesta en contexto.
Para que el acuerdo con la UE rija es necesario que, además de ser aprobado por los congresos del Mercosur, también lo sea por el Consejo Europeo, que está compuesto por los jefes de Gobierno o Estado de todos los países miembros, entre otros actores. La aprobación allí debe ser por unanimidad, algo al parecer imposible dado el veto ya anunciado por el francés Emmanuel Macron, además de las severas observaciones adelantadas por Austria y los Países Bajos, entre otros países.
Las objeciones de Macron pasan por las políticas agresivas contra el medio ambiente amazónico de Bolsonaro, lo que obligó este jueves a este a pronunciar un discurso leído y moderado, destinado, según dijo, a despejar “opiniones distorsionadas sobre Brasil”. Curioso: el principal impulsor de ese entendimiento es su mayor obstáculo.
Conocedor de esos enjuagues, el Gobierno se evita el mal trago de presentar objeciones a un acuerdo negociado –mal, en su opinión– por Mauricio Macri y simplemente deja que los europeos sean quienes lo traben.
Si el entendimiento pasara por el Consejo Europeo, aún debería ser aprobado por el Parlamento comunitario y, finalmente, por los parlamentos nacionales en su tramo político.
En lo que hace a la negociación con Seúl, la Argentina ya aclaró que seguirá en la mesa de las negociaciones, pero que reclamará salvaguardas ante un país altamente desarrollado y muy agresivo en su política exportadora.
Respecto de Estados Unidos, cabe recordar que el secretario de Comercio estadounidense, Robert Lighthizer, afirmó el 18 de junio que, en lo que respecta a Brasil, "lo que estamos haciendo es intentar que abra su economía, pero por el momento no tenemos planes para un acuerdo de libre comercio”. Abrir el mercado de su país no es la mayor vocación de Donald Trump.
En lo que hace a China, la Cancillería también se sienta y espera. Por motivos que a esta altura son un misterio, Paraguay sigue reconociendo como representante de ese Estado a Taiwán y ni siquiera tiene lazos formales con Pekín. Esa rémora, que se sostiene incluso a pesar de los deseos del presidente Mario Abdo, impediría cualquier avance con el gigante.
El otro gran motivo de enfrentamiento en la cumbre fue la situación de Bolivia. Bolsonaro no solo respaldó a la presidenta de facto Jeanine Áñez sino que esta participó, con discurso y todo, de la cumbre. Cabe recordar que Bolivia tiene completados casi todos los trámites para convertirse en socio pleno del Mercosur desde la administración del depuesto Evo Morales.
En lo que supuso todo un gesto de protesta ante un doble patrón que mantiene a la Venezuela chavista suspendida pero a Bolivia participando de las cumbres antes de normalizar su institucionalidad en elecciones, Alberto Fernández salió de la videoconferencia cuando habló Áñez y la membresía de Bolivia no fue ni siquiera mencionada en el comunicado final.
El comunicado final refleja el tenor de los desacuerdos, dada su vacuidad y la falta de mención –siquiera ambigua– a esos ítems controvertidos. Que el texto no hable de libre comercio, del golpe en Bolivia ni de la situación en Venezuela, pero que sí aluda a los planes de la Conmebol para retomar las copas Libertadores y Sudamericana, así como las eliminatorias para el Mundial de Catar es suficientemente elocuente del vaciamiento del proyecto regional. El Mercosur está fatalmente congelado y el invierno recién comienza. (APFMercosur)
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